Hubiese querido escribirle a mi mamá un Día de la Madre una carta que significará mucho para ella, en cada una de las líneas me hubiese gustado explicarle lo importante que era para mi que ella siempre estuviera ahí, incluso en problemas, y que así mismo era importante para mi que estuviera ahí pero sin gritar. No lo hice nunca, lo hago hoy, porque es lo único que evito imitar de ti como madre, de resto soy tu, soy tu ejemplo cada día con Lucía.
El recordarte a ti, me hace contener el aliento mientras caen lágrimas por mi rostro. Hoy en mi situación de madre, y comparando la que fue tu situación, logro entenderte a ti como mamá, porque ahora comprendo que te hacia perder la calma ante una hija, tres años después ante dos hijas y 6 años después ante tres, seguro el hecho de que alguna insistiera en buscar una pulsera más y un juguete favorito cuando ya estábamos llegando tarde, o quererme servir sola mi cereal, siendo tu consiente que tiraría la caja entera en la mesa; romper tu cerámica favorita, a pesar de haberme dicho que no lo tocara; dejar caer un vaso de agua una y otra vez, cuando no podía todavía ayudarte con el trapeador; pedir otro cuento más a las doce de la noche, sabiendo que tu llevabas 20 horas sin dormir y necesitabas tranquilidad; pelear con una de mis hermanas por cosas insignificantes, como quien iría en la ventana del carro o el no querer dividir un pedazo de chocolate.
Seguramente eran estas cosas típicas de niños que sumadas a tu jornada diaria de 8 horas de trabajo, donde tenias retos más duros que afrontar; más llegar a casa y deber cumplir con tu rol de esposa, y tener disposición de escuchar a papá e intentar solucionar también sus retos, te hacia perder el control. No te culpo, tenias toda la razón en perderlo. Me odio a mi misma cuando tan solo le meto prisa a Lucía, cuando tan solo dejo de hablarle con calma cuando no escucha y uso otro tono de voz para que me tome en serio, no es fácil, de verdad que todo cuando eso sucede se me derrumba el día, me arrepiento de haberlo hecho, puedo imaginar que también tu tuviste días en los que te arrepentiste, yo te perdono mamá, y fuera de perdonarte te comprendo, y te digo hoy que es que trabajabas 24/7 sin descanso, tenias sobrecarga de compromiso, extensas listas de tareas, buscabas siempre la perfección. Yo me quiero liberar de los estándares de perfección inalcanzables y de la presión social que te dice como mamá, como esposa, como mujer “hazlo todo”.
Lo que importa ahora es que gracias a ti, solo a ti, mi relación con Lucía es brillante, hay comunicación continua, y aunque soy muy exigente con ella, nadie se enoja por un jugo derramado o por unos zapatos fuera de lugar.