Esta vez la alarma no nos despertaría temprano para iniciar nuestro viaje. Esta vez no veríamos ojos emparamados, no nos tocaría rogar para vestidas, esta vez partiríamos en un bus a las 10 de la noche con destino a Medellin. Un morral, un maletín y un canguro eran parte de nuestro equipaje el resto era ese montón de ilusiones que sentía por partir con mi familia, mis hijas por mi país. Sentía como orgullo. Sentía también afán. No quería la más mínima decepción.
Estaba segura de que quería mirar el futuro (el viaje) picándole el ojo, listos a vivir tantas primeras veces cada día. Gente estamos en Cali. Y arrancamos a viajar en cuatro por nuestra Colombia. Cerraré fuerte y abriré de nuevo los ojos para fotografiar en mi memoria cada uno de esos momentos que llegarán. Mañana amanecemos en Medellín. Y todavía no nos damos cuenta de lo increíble, de lo increíblemente que serán estas semanas. Así empezó, sentados en la fila 8 de un bus Bolivariano. Once de la noche ya todos dormían, yo trataba de contemplar el paisaje, o más bien de contemplarlos a ellos. Una vez más tenia la oportunidad de verlos dormir a los tres, el paisaje mas maravilloso para mi. Después de 8 horas y media de viaje llegamos al destino y nos esperaban con los brazos abiertos en casa, en casa de un viejo amigo, de un amigo que dejo nuestro paso por Mexico, de un amigo que dejo nuestra relación y ese día conocía los frutos de esa relación. Lucía y Aurora.
Medellín es una ciudad que sabemos ha estado marcada por un duro pasado de violencia, pero que hoy, sin duda, ha logrado recuperarse y se posiciona como una urbe de desarrollo e innovación, extrañamos mucho su temperatura de la ciudad de la eterna primavera pues que calor tan veraniego al que llega. Esta ciudad cuenta con una buena cantidad de museos, gran cantidad de parques temáticos, buenos bares (aunque no nos dejaron entrar ni a uno con las dos peques). En general un buen ambiente, nosotros nos disfrutamos el Primer día Parque Explora y en la tarde hicimos el recorrido de la comuna 13, increíble historia, hermosura de colores, berraquera de gente, magnifico estuvo nuestro guía, que de paso nos ayudaba a empujar a una en el coche. Terminamos mamados pero en el mercado del río. Un lugar maravilloso para disfrutar de cualquier antojo y una buena cerveza. Cansados pero felices. Y que orgullo de hijas, lo hicieron super bien. Siguiente día, corre corre. Decidimos como buenos turistas dar un paseo por el metro cable, nos dirigimos hasta la zona del Parque Arví, lo que hizo de lujo este recorrido fue escuchar continuamente la historia de cada cosa que veíamos, contábamos con el mejor guía de la ciudad, Juan Camilo si que lo hizo bien. Salimos de ahí directos para el centro, después de 3 horas de caminar por el caos y las maravillas, porque encontramos mangostino, nos tomamos un buen jugo y un aromático café, nos dirigimos a el pueblito paisa, donde Lucía nos robo la cámara fotográfica y de paso se robo el show. Casi fin del día, bajamos a el barrio Laureles a buscar una cerveza helada y terminamos fue comiendo helado, así se viaja con niños, bueno y la cerveza también. Cuando creíamos que el día ya había terminado, camino a casa hicimos la parada estratégica del perro callejero que sin salchicha también estaba bueno, puro queso y tomate picado. Fue un día agotador. Pero hijas hermosas lo hicieron muy bien. Seguiremos andando de la mano por muchos más años. Amo sus reclamos, sus pucheros, su pereza, su intensidad. En cada uno de esos “defectos” yo veo solo belleza. Nos exiges y te exiges. Gracias.
Después de pasar una dura noche, luchando con la alergia a los gatos, de la cual me acababa de enterar. Despertamos listos para salir al Museo de Arte Moderno. Sin con niñas, fue sencillo tiene espacios amplios y ellas pudieron disfrutar a la par (aunque no hay contenido para niños). Caída de mamá con Aurora por las escaleras, si, así fue por las escaleras y con regada de mango, tropezón de Lucía, esto se merecía un buen final, estábamos invitados a una cazuela, no de mariscos, de frijoles. Invitación que todo extranjero que pasa por estas tierras debería recibir. Cazuela de frijoles donde la mamá de Gina, otra vieja amiga de esas viejas viejas que hace ocho años no veíamos, de la misma colada de Juan Camilo. No importaba que hubiésemos comido frijoles los dos días anteriores, no importaba que en casa también hubiesen gatos, no importaba que tuviéramos que ayudar para la decoración de una boda, no importaba que nos tocara comer cazuela sin chicharrón y sin chorizo. Con aguacate, madurito y patacón, nos disfrutamos la cazuela de frijoles más rica. Y con aguapanela fue lo mejor.
Siguiente día Piedra del Peñol y Guatapé. Cargados de energía nos encontrábamos de nuevo en la terminal de transportes de Medellin, y 5 minutos después sentados en un bus destino a Guatapé. Recordé que casi un año atrás, por la llegada de Aurora, decidimos continuar viajando con ellas. No dejarlas. Tampoco parar. Hoy aquí en Antioquia, Colombia, con la dieta de frijoles, el colectivo, el metro, el jugo de mora, una piedra y 700 escalones, logramos subir con una mica colgada la otra empujada. Creamos un ritmo. Y antes de que nos alcanzara el sol ya estábamos en la cima. En la más alta, mirando los cuatro al horizonte. Una vez se llega a la base de la piedra, el paisaje parece ser prometedor, lo cual anima a los visitantes a tomar el rumbo hacia la cúspide de la piedra. El ascenso en todo un desafío, puesto que únicamente es por medio de los más de 700 escalones que la componen más dos micas a cuestas.
Bajamos de ahí con una sonrisa en la cara, listos para dirigirnos a Guatapé. Llegada ahí fue color. Camara fotográfica e iniciaron los scatti. Cuando tomaba las fotos de ellas disfrutando de aquellas famosas fachadas, fue como ver que la escenografía encajaba perfecto con ellas. Matching. No lo esperaba. Color. Sonrisas. Una emoción. Fue entender que yo las veo a ellas como igualmente veo esta fachada, bañadas de color, llenas de vida, cargadas de alegría. Su felicidad, es seguro nuestra felicidad.
El pueblo es realmente famoso por sus coloridos zócalos, llenos de relieves de animales, personas y objetos y pintados con todos los colores posibles. Full Pantone. Dar un paseo por su relajado centro es entrar en un arco iris de color que seguro gustará.
Hasta la próxima Antioquia.