Un tema que mueve mi corazón, las emociones en cualquier etapa de nuestra vida humana, en especial en la infancia.
Antes no las veía, sentía que había que esconderlas, taparlas. Frases constantes y actitudes de la sociedad me llevaban a ello.
Lo cierto es que con pocos meses de nacidos ya logramos identificar en rostros de adultos las emociones. Al poco tiempo de como seres humanos descubrir esto, nos exigen callarlas, no demostrarlas “mucho”, solo un poco.
Y ponerles ese “pare” nos crea malestar, un malestar que va aumentando en años.
Después de un gran cambio en mi, valoro sentirlas, y las considero estados personales dinámicos. Como el bilingüismo. Van y vienen, las habilidades en una lengua o en otra también pueden variar dependiendo de la experiencia vivida y la situación.
Las más usadas en conexión con la crianza bilingüe son la frustración, el miedo, la vergüenza, la timidez, la pena, la preocupación, por supuesto también, la alegría, la satisfacción, la curiosidad y el asombro.
Las emociones suelen considerarse un “estado” de la persona, sin embargo es importante que ese “estado”, se vea como una fase dinámica; que seamos conscientes que es tan solo una respuesta personal a una determinada situación, es una forma específica reaccionar frente a una situación y que por tanto esa emoción no nos define como ser.
Son tan solo una forma de describir lo que el adulto o el niño siente sobre lo que le esta pasando.
Pongamos un ejemplo en la crianza bilingüe, podemos sentir miedo (nos sudan las manos, se nos corta la voz, etc) cuando nos enfrentamos por primera vez a hablar en publico en otro idioma, sin embargo no quiere decir que seamos unos miedosos.
Nuestros hijos en la crianza bilingüe pueden exponerse a situaciones que les haga sentir vergüenza. Un momento muy claro para ello puede ser el avergonzarse de su madre cuando habla la lengua local con acento extranjero y poca fluidez, si es así, nuestros hijos se pueden avergonzar de ello, pueden influir factores como la edad, los amigos, los comentarios de la sociedad. Y es tan solo en esa situación específica, lo que no quiere decir que siempre son así, o que por siempre ese sentimiento los acompañará.
Cuando queremos entender mejor una emoción tenemos que especificar mejor lo que hace la persona en ese momento específico para no llegar a etiquetar la persona de manera generalizada, recordar que las emociones vienen y van, que son pasajeras y no se quedarán para siempre.
Es muy difícil que los pequeños logren comprenderlo, por eso siempre es importante acompañar el momento de las emociones fuertes, nombrarlas con ellos, describirlas, aceptarlas y normalizarlas junto a los niños.
Es importante tener claro que entre más oprimamos las emociones, el malestar interno tanto del adulto como del niño será mayor, es necesario hablar sobre ellas por que lo que sucede es que el malestar, “el problema”, va disminuyendo a medida que vamos compartiendo más y más lo que nos ha pasado, el cómo nos sentimos y el porqué nos sentimos de tal manera.
Démosle luz verde a las emociones de nuestros hijos, es de vital importancia en la crianza en general y será de gran ayuda verlas como oportunidades en al crianza bilingüe para ofrecer vocabulario de sentimientos y frases útiles de la vida diaria.