Vivir en el extranjero, renunciar a criar a nuestros hijos en nuestro país de origen, hacerlo en otro idioma, lejos de las personas que amamos, se hace muchas veces unos de los retos más grandes en la maternidad.

 

He tenido la oportunidad después de escuchar muchas historias de embarazos y de padres primerizos vividos junto con el duelo migratorio. Vivir casi 10 años en el exterior, lejos de Colombia, me ha permitido no solo ser parte de la historia de muchas amigas y conocidas, si no que también he tenido la oportunidad de vivir la mía.

Detrás de cada una de esas historias, hay diferentes emociones, las lágrimas han caído por diferentes sentimientos, las situaciones que se nos han presentado han sido interpretadas de manera distinta. 

 

Hoy te presento las cuatro situaciones más difíciles a las que me enfrente durante mi maternidad en el extranjero:

1. Embarazo de alto riesgo

Te cuento mi historia, mi primer embarazo fue de alto riesgo, fue un parto en Colombia, en mi tierra, pero a los seis meses viajamos a vivir a Italia, y dos meses después ya estábamos en la aventura de vivir en Alemania. 

En la semana 31 se descubrió un síndrome de Hellp  y mi primera hija nació de urgencia con 31 semanas de gestación. Pesaba 1 kilo 600 gramos, muy pequeña, muy delicada, con muchas necesidades, pero dentro de todo sana, con suerte no necesito oxigeno y las siguientes semanas su cuerpo y su mente tuvo la respuesta adecuada. Una guerrera.  Sobrevivientes al Síndrome de Hellp.

 

Después de un tiempo los sentimientos de culpa me invadieron porque ella nació a esa corta edad por salvar a su madre, por salvar mi vida. 

Esta experiencia nos marco para siempre, y marco nuestros siguientes embarazos, escuche muchas veces que no debía tener más hijos, que tenia riesgo de morir yo o de dar sin vida a un bebé. 

 

Llegamos al extranjero como pareja con esta idea, sin embargo encontramos una ginecóloga después de cuatro años que nos lleno de confianza y decidimos tener un segundo hijo.  Vivir un embarazo de alto riego en el extranjero fue agotador, las preocupaciones se duplicaron y las búsquedas en internet en nuestra lengua materna eran constantes, rectificábamos lo que nos decían en alemán, buscábamos información en todas las lenguas posibles antes de tomar decisiones.  Para firmar documentos médicos, dedicábamos noches a la traducción exacta de los mismos. Firmábamos si, con temor. 

 

Nos debimos adaptar a otros métodos, también a otros procesos. Y aunque muchos años llevábamos ya en Alemania para el nacimiento de nuestro tercer hijo, ya dominábamos la lengua local, los temores y las mismas preocupaciones florecieron fuertemente.

 

2. La soledad

El agotamiento por hacer todo sola, sin familia sin amigos. La confusión de encontrar información y asistir a citas en otro idioma. La culpa por pensar que podía hacerlo mejor si estuviera en mi país.  El ritmo por adoptar a mi vida el sencillo ritmo de un bebé. Me llevaron a la soledad en mi primera y parte de mi segunda maternidad en el extranjero. Pasaba días enteros sin hablar con un adulto, despedir a mi pareja en al mañana, lo saludaba en la noche y del cansancio, caía dormida sin oportunidad para dialogar con él.

Una tribu de madres, una red de apoyo no tuve los primeros años en el extranjero, tal vez tampoco los últimos años, es algo realmente muy difícil de formar en un país que no es el tuyo o que no sientes el tuyo a pesar de los años vividos en él.

 

La maternidad es la incomprendida de la sociedad,  puedes estar rodeado de personas físicamente pero muy pocas comprenden la maternidad emocionalmente.  

3. Separación con mi pareja

Mi maternidad ha iniciado en cada embarazo de la manera menos esperada. Y una separación viví con mi pareja en el exterior sin saber que estábamos esperando nuestro tercer hijo.  

Los casi diez meses los viví con muchísima carga emocional, preocupaciones, perspectivas, en general ganas de salir corriendo y al mismo tiempo ganas de abrazar muy fuerte a mis hijas y muy fuerte a mi panza con mi tercer hijo adentro.

Una separación necesita siempre una recuperación, y una en el exterior necesita una rehabilitación de vida. Ese fue mi caso, tanto mi pareja como yo estábamos viviendo en el extranjero por el otro, por que habíamos decidido juntos dejar nuestros países y construir un espacio para nosotros en otro país.  Separarme fue al inicio romper esa conexión que tenia con el país en el que residía, le deje de encontrar sentido a estar ahí, pero no dejaba de pensar en todo lo positivo que el país también me ofrecía como madre soltera.

 

A pesar de nuestra condición, de no ser más una pareja, él fue el otro actor principal del parto, es el papá.  Tampoco tenia otra opción, estaba sola en el exterior, no tenia un familiar cercano, no tenia una amiga que fuera a dejar toda su dinámica familiar por acompañarme en mi parto.

4. Aborto y perdidas

Si, si, también he vivido esta experiencia en el exterior, un aborto en Italia y una perdida en Indonesia, un poco más sobre ello lo puedes leer aquí.

 

He vivido esto a escondidas, no lo compartí con mis amigos ni con mi familia de mi país de origen, hasta el momento que sentí que lo había aceptado. Y esto lo permitió el vivir en el extranjero. Vivimos el aborto y la perdida en pareja, se podría decir solos, el vivir lejos de mi familia me permitió esconder por un tiempo lo que estaba pasando, lo que había vivido.

Sin duda alguna la maternidad es más dura cuando vives lejos de tu comunidad. Es cierto que nos pasamos la vida perdiendo algunas cosas, pero también podemos ganar en otras, por supuesto en esta es una en la que también podemos ganar, por más oscuro que se vea el camino. 

En otro artículo compartiré todo lo positivo y los momentos más maravillosos que me ha brindado la maternidad en el exterior.  Porque también han sido muchos.

Con cariño,

Laura

 

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