Resulta que el hecho de vivir así de lejos te trae un puñado de enseñanzas y ese puñado va desde aprender un nuevo idioma, aprender a perder amistades, sentirte en culpa hasta aprender a coser, así fue, cuando se me empezaron a caer los botones de los abrigos o cuando se me abría la costura de alguna camisa, había un problema; durante toda mi vida, mi abuela o mi mamá habían sido las que han cosido todas las cosas de la familia. La ropa que debía ser cosida estuvo dando vueltas meses por toda la casa, de un armario a otro, hasta que llego el día que decidí comprar aguja e hilo (porque ni tenia). Fue allí que inicio mi autoaprendizaje con la costura, y desde ese momento he creado un par de “maravillas” para todos en casa, pidiendo prestada la maquina de mi vecina cada vez que se me ocurría un nuevo proyecto.
Fue desde el 2016 que Lucía empezó a interesarse más y más por la cocina, y de la misma manera empezó a disfrutar de sus pocas cosas que tenia para jugar a la cocinita, así que yo me interese más por encontrar comida en juguete que pudiéramos usar, y me encontré con todo tipo de comida en fieltro, frutas, vegetales, hamburguesas, papas fritas, tortas, panes… incluso sushi! Así que con mis escasos dotes en costura, me puse en la práctica a ver como me salían estas maravillas, intento tras intento logre hacer hasta una mazorca, la cual fue mi reto en esta divertida experiencia, empecé a buscar patrones para darme una idea, pensé que podría intentar probar con unas cuantas fresas, seguir con un huevo frito, pero poco a poco me di cuenta que podía hacer más, y todo termino en esta hermosa caja que daremos a Lucia de navidad!