Llego a Colombia nuestra familia alemana.
Viajar en grupo, viajar con desconocidos, viajar con compañeros o viajar con otras familias se convierte a veces en todo un reto.
Ellos son nuestra familia alemana. Somos vecinos, pero no somos realmente amigos. Nos vemos todos los días, pero no nos conocemos realmente bien. Mi hija mayor y su hijo menor son la clave de este reto. Ellos son los amigos aquí. Ellos son en si el por que vamos hacer de este viaje el más grato.
A veces es necesario cambiar de aire, generar nuevos vínculos y vivir otras experiencias. Nos salimos de nuestras peceras, y como Nemo, nos fuimos a nadar en nuevas y renovadoras aguas. Aunque el destino ya lo conocíamos, seria todo otra experiencia al lado de ellos. Es ahí donde está lo nuevo, ahí hay un otro que no sabe mucho de ti y al que le podemos mostrar cualquiera de nuestras facetas, la que más nos guste, como danzar sin música, sentirse cómodo. Mostrar la faceta más aventurera, la más divertida, la más sensible, o la más amistosa, sin que te digan, “que raro, vos no sos así”, “estás cambiado”. Un viaje sin limites.
Evidentemente los riesgos de emprender un viaje así son muchos. Hay diferencias culturales, de horarios, de gustos o, simplemente, de hábitos. Ya verán con niños la cosa es aún más dura. En este grupo de dos familias es así: Familia 100% alemana, papás rondan por los 42 años, con dos hijos hombres de 11 y 6 años. Familia Italo-Colombiana, papás por los 30 años, con dos hijas de 5 y 1 año. Es decir llevamos un pre adolescente y una bebe en el grupo. Y las edades de los padres hay mucha diferencia. Pero tal vez las mismas expectativas, a todo este rollo se suma que llevo algo ahí, en no se donde, tal vez en el corazón, tal vez en la cabeza o tal vez en la garganta que lo único que espera es que se enamoren todos de mi país, Colombia.
Después de todo el rollo, ahora la primera parada, en mi ciudad. Cali. Después de toda la intro que necesite. Puedo decir que el resultado ha sido súper positivo!!
Olor a pandebono, sabor a chontaduro, pegajosa como la caña y colorida como su bandera. Me da solo emoción pensar que estoy en mi ciudad, con mi familia y con la familia que nos ha adoptada alla, en Berlín y aunque no es una familia berlinés, no han hecho sentir como en casa y ahora es nuestra oportunidad. Hace tres anos fue la primera intencion de ellos por venir a visitar Colombia, pero no resulto. Y hoy este final de marzo inicio abril 2018. Lo logramos. Quiero que perciban el olor, que se enamoren de los sonidos, que saboreen sus frutas, que coman cholado. Quiero que caminemos por sus calles, que dominemos el sistema mio, que divisemos el oriente. Quiero que conozcan mi familia, que sientan la alegría, que se muevan con la salsa. Quiero que no les de miedo ver tanta policia, que se contagien del sudor del señor del puesto ambulante y de la tenacidad de la que vende borojó. Vamos a ver si a Oskar le cambia la idea, pues después de dos horas de estar en la ciudad la comparo con el olor de la India. Aunque aquí curry no tenemos y flores de caléndula se ven muy poco.
Bueno gente. Gente de Cali y que pasa por Cali y que quiere a Cali:
Por primera vez que de verdad y de corazón hago de turista en mi ciudad natal. Y en serio que que duro. Empezando que hay que bajarle a la pitadera. Después de 10 minutos de caminar por la av. Del Río ya sentía que la cabeza me iba a estallar. Aunque todo está relativamente cerca es imposible visitarlo caminando con niños. La cebra es para darle paso al peatón. Tenemos mucho por civilizar, por que hasta a mi cuando estoy al timón se me olvida. Señor alcalde, le pido por favor, ponga semáforos peatonales, como así que tengo que estar mirando el de los carros para saber cuando es que tengo que pasar. Ya era suficiente andar a pie, pendiente de 4 monos de menos de 10 años. Para el mayor del grupo fue de mucho muy impactante ver a los niños en las esquinas, sin estudiar. Solo en cifras, en el 2017, el trabajo infantil aumentó más de 29.000 niños realizando labores en las calles de la capital del Valle del Cauca y su área metropolitana. Esto lo tenemos que cambiar.
Así y todo, fue puro disfrute y para ellos pura emoción, por todo lado encontramos diversión, jugamos a las escondidas en las casas de San Antonio, escalamos en Cristo Rey, señalamos cómo Sebastián de Belalcázar, divisamos norte, sur, oriente y occidente, comimos en el Zaguán, probamos café italiano (no puede faltar, diría papá) en el peñón, nos atrancamos con helado de coco, tiramos piedras al río, fuimos jinete de un gato y caminantes sin parar.
Que el boulevard del Río no se quede por fuera y que mis amigas que venden la manga no se me muevan.
Nos dividimos y mientras unos admiraron la Tertulia otros visitaron el Zoológico, que aparte de ser uno de los mejores Zoológicos de America Latina, tiene muy buena organización, fácil acceso, y los animales se ven bien atendidos.
Que bella es mi ciudad.