Nada, absolutamente nada, te prepara para la experiencia que vas a vivir, ni un parto anterior, ni lo que lees, da igual lo que te cuenten, vale cero la experiencia de la vecina, no importa en lo que creas o lo que esperas. Esos primeros 10 días después del parto marca para toda la vida el inicio de un camino increíble por vivir. Un camino lleno de magia, un camino que se vuelve un cráter y después de un metro se convierte en colina.
Sin embargo este sube y baja a mi me encanta y después de mi segundo parto me vuelvo a preguntar, cómo algunas pueden querer perderse algo así?
El primer día que te vi Aurora, fue una noche fría de abril, un dos de abril. Tu, papá y yo no dormíamos desde hace 36 horas, ademas sentía que una apisonadora hubiese pasado y repasado mi cuerpo. Y que una remolcadora me hubiese dejado en mi cama, la cama de hospital que me tocaba. Era la una de la madrugada del siguiente día y papa y yo seguimos contemplandote mientras dormías en mi pecho, esa noche aunque debía reposar, no lo lograba, quería mirarte, quería alimentarte, quería tocarte, quería hasta hacerte preguntas.
Al siguiente día al mirarme en el espejo no me reconocía, faltabas tu dentro de mi, la barriga se había ido, tenia los ojos muy hinchados, el pelo sudado y una mirada de nostalgia. Pero estaba feliz de tenerte a ti. Dejando a un lado el dolor que tenia, me arregle un poco y esperaba la llegada de tu hermana Lucía, pronto llegaría a conocerte. Fue un momento, de esos que te hacen solo tragarte el respiro, las lágrimas y la emoción, ame ante todas las cosas verlas juntas, ver sus primeras miradas, ver sus primeras caricias, verlas como hermanas.
Poco a poco le fuiste encontrando sabor al asunto, y cada que te pegabas a mi pecho con ganas, mamá sentía automáticamente un fuerte dolor, bien agudo, más agudo que el del periodo. Mamá estaba sintiendo contracciones postparto, como me dolía alimentarte, duro así de fuerte los primeros tres días, eran más fuertes en la noche pero en el día también me retorcían, sin embargo tienen su parte buena y es que con cada espasmo de dolor mi útero se contrae volviendo a su tamaño original, los primeros pasos para la recuperación del cuerpo de mamá. Pero estaba feliz de alimentarte con mi cuerpo a ti.
El regreso a casa fue un poco caótico, el taxi no llegaba, al final llegaron dos, y cuando llegaron, el ascensor no funcionaba, estábamos en un octavo piso, ya la situación era pesada y dolorosa, por tanto papá y mamá no tenían buen humor, al final mamá subió al taxi llena de lágrimas, lágrimas que ni la llegada a casa logro detener. Todo fue doloroso me dolían mis pensamientos, me dolía el corazón, el cuerpo y el alma. Me sentía sola. Vacía. Pero estaba feliz te estaba trayendo a un hogar a ti.
Al siguiente día, los pezones iniciaron a molestar un poco, ya ni recuerdo el dolor inicial, pero apenas te agarrabas me doblaba de nuevo de dolor, ademas existe como un hilo invisible entre ellos, algo que los ata, y cuando estoy dando de mamar con uno, el otro me tira y duele. Pero aunque el dolor este presente, en mi mente desaparece, cuando te miro y me miras, cuando te tengo ahí tan cerca de mi y me sonríes, ese dolor se transforma en una oleada de amor, en una experiencia única entre tu y yo, en la que el mundo desaparece y solo existimos las dos.
En este camino el cambio se hizo profundo, no solo lo experimente yo, sino también nuestra relación de pareja. Fue duro para papá, también fue duro para mamá tenerte en casa, eso que nos venia separando desde hace un par de meses, no inicio a alejar aún más, y al final estábamos solo tu y yo o tu, Lucía y yo. Fueron días de marea alta, casi se no voltea el bote. Tu hermana hasta ahora no ha tenido crisis, ella solo creció y maduró con tu llegada, para ella fue solo felicidad, armonía y compañía.
Como a toda marea se calma con el tiempo, aquí en casa paso igual, el tiempo fue dándonos una mano, y poco a poco seguimos uniéndonos como familia de cuatro. Porque hay solo tanto amor pa’dar.