Sacudí la cabeza, comencé a temblar, tenia frío.
Como en la sala de espera de un hospital, aquí a veces también es necesario encontrar algún pasatiempo. Esperar induce a pensar, lo cual, según mi experiencia, no es en la mayoría de los casos conveniente. Sentada en silencio, preocupada por mi madre, observo aquel árbol fuerte y frondoso que ha crecido junto a mi. Una araucaria. Me dije que debía comprar un paraguas, recordé que en la pared de la casa de mis abuelos un viejo reloj marcaba los segundos y cada hora sonaba fuertísimo, y por esa misma pared llego una horda de recuerdos furtivos que con sus dedos ligeros me tocaron el hombro, me cogieron la mano y me llevaron al pasado.
Me sumergí en recuerdos resplandecientes. Me vi a los 12 años, tendida en el sofá de la sala, acaba de entrenar, y ellos me esperaban siempre. La imagen surgió con tal nitidez que hasta pude haber atravesar el tiempo y produciendo ondas. Tocarlas. Podía sentir la agradable quietud de los rayos del sol filtrados por los cristales y oler la atmosfera valida y serena. La casa de mis abuelos.
Senti la melodia del carrito de los helados y vi a una distancia prudente como él preparaba el dinero para nosotras. Como metía su fuerte y delicada mano al bolsillo de su viejo pantalón e inmediatamente nos miraba. Mis hermanas y yo sabíamos que juntos disfrutaríamos de un helado sentados en aquella casa esquinera.
Escuchaba a mi abuelo renegar desde la habitación, y sabia que ella respondía entre dientes sentada en el balcón. Ella tejía. Usaba sus manos por nosotros. Ella tejía cada mañana un legado. Nos dejaba su herencia, herencia hecha a mano.
Y así son mil cosas más que puedo decir de ustedes, son mil recuerdos más que tengo de ustedes. Mis abuelos maternos. No tengo recuerdos de mis primeros 10 años junto a ustedes, pero las fotos lo cuentan y yo re vivo la historia. Yo la armo como se arma un rompecabezas, como se llega a un Jaque-Mate y logro imaginarlo todo. Los vivi suficiente, los disfrute muchísimo y los admiro mucho más. Siento mucho no haber alcanzado a llegar a tiempo. Me hubiese encantado presentarles a Lucía mayor y me hubiese fascinado que miraran los ojos brillantes de Aurora.
Ahora es tiempo de que ellas, mis hijas, tenga la oportunidad de lo mismo y hasta más. Estamos aquí en casa de mis padres, sus abuelos maternos.
Y esta casa de los abuelos hoy es así.
Érase una vez una linda familia. Padres arquitectos. Soñadores. verracos. Una familia luchadora. Una casa diseñada y dirigida por ellos era su sueño. Sueño que se estaba haciendo realidad. Búsqueda del lote, por vitaco fue la idea en principio. Negocio sin resultado. Pero como el que busca encuentra. Fue una mañana donde por el periódico se anunciaba un lote de aproximadamente 15.000 metros cuadrados. El lote estaba ubicado en la cumbre, un municipio localizado al norte de la ciudad de Cali. Seis amigos. Seis familias. Todos con hijos. Pero de esos seis quedaron 3 después de haber hecho los arreglos de terreno. Renunciaron 3. Más espacio para los otros 3. Sorteo de terrenos. Suerte para mis padres. El mejor quedo en nuestras manos. Con la mejor vista. Los mejores niveles. La mejor energía.
Por años nos divertimos con tan solo tierra y un par de bancas de madera improvisadas. Corríamos detrás de un balón, divisábamos el arcoíris comiendo almuerzo de caja y esperábamos el momento de construir nuestra casa, la que se convertiría con el pasar de los años en nuestro segundo hogar. Un lote una casa a la que iniciamos a llamar finca. En la que se cumplirían sueños, se celebrarían cumpleaños, se festejaría como n motivo o sin motivo, en la que se harían reuniones familiares, matrimonios y hasta entierros. Una casa para todos.
Aquí hemos disfrutado todos. Todos los que han hecho parte de la familia Gutiérrez Serpa. Familiares cercanos, lejanos y amigos. Ha sido una casa para todos.
En la casa de mis padres, sus abuelos, se ve orgullo cada vez que algún acontecimiento se realiza en estas tierras, se nota la felicidad de ver que las que corren por aquí ya no somos nosotras (mamá y las tías) si no que son ustedes, las nietas.
No se imaginan como han visto crecer los abuelos este pedazo de tierra que la vida nos dio la oportunidad de encontrar. Ni yo puedo llegar a saber lo que para ellos este terreno significa para ellos. Pero se que es mucho, que es infinito. Que es maravilloso. Por eso hoy yo estoy feliz. Por eso estos 3 meses viviendo en “Barichara”, nombre que mi padre siempre le quiso dar y hasta el día de hoy no está escrito por ningún lado (solo en la contraseña del wifi), me hacen muy plena, me llenan a mi también de felicidad. Siento olor a triunfo. Ellos lo han logrado. Han logrado lo que siempre soñaron, lo que años atrás vieron como idea a futuro, hoy la ven materializada. Ellos, los abuelos. Y ustedes las nietas sientan orgullo de ellos, sus abuelos. Y hoy aquí conviven los cuatro, mis abuelos, sus abuelos.
Ese es el álbum de la vida, el que nos habla de la vida en general, tal cual pasa, con las dificultades y sobre todo con la hermosura, la felicidad y la alegría de la vida compartida, con las huellas que dejamos unos en otros. Todo con una concisión, elegancia y multiplicidad de líneas coordinadas que, personalmente, me ha parecido admirable.